Alberto Restrepo Hoyos: Un comerciante con actitud mental positiva

No es un comerciante de esos que se dejan influenciar por los malos presagios. Al contrario, a todo le infunde una mirada positiva. Foto • La Patria

José Miguel Alzate

Manizales, Caldas

Con motivo de la muerte de Alberto Restrepo Hoyos, mi amigo de la infancia, reproduzco esta crónica sobre su espíritu comercial, escrita hace más de 25 años para el periódico Ronda Libre, incluida en mi libro El sabor de la nostalgia, publicado en el año 2003 por la Alcaldía de Aranzazu con motivo del sesquicentenario de fundación del municipio.

Es un comerciante que cree en la ciudad. Tanto que cuando alguien le dice que en Manizales el comercio no tiene la proyección de las ciudades vecinas saca argumentos convincentes para demostrar que aquí sí existe un comercio competitivo. “Lo que pasa es que hay que mirar la ciudad con una óptica positiva. Si yo pregono a los cuatro vientos, como lo hace mucha gente, que Pereira es mejor plaza para el comercio, lo que estoy haciendo es vender la imagen de una ciudad con las puertas cerradas, que no tiene mucha oferta comercial”, responde cuando se le pregunta sobre el movimiento comercial de Manizales.

Su vinculación al comercio de la capital caldense se dio una vez culminó sus estudios de bachillerato en el Gimnasio Manizales. Fue por allá en el año 1972. Su padre, Jesús María Restrepo, un reconocido comprador de café en Aranzazu, le preguntó cuando sacó grado: “¿Ahora qué quiere hacer?”. Él, sin pensarlo dos veces, contestó: “Seguir su ejemplo, papá: dedicarme al comercio”. La determinación la tomó una tarde de febrero, después de que intentó iniciar la carrera de derecho en la Universidad de Caldas. “Ese día me convencí que mi vocación era el negocio”, dice. Y explica por qué no siguió la carrera: “No fui un estudiante brillante, de esos que obtienen las mejores calificaciones. Fui, más bien, un alumno del montón. Eso me hizo desistir de ingresar a la universidad”.

Su inclinación por los negocios la empezó a manifestar desde los tiempos de estudiante en el Colegio Pío XI de Aranzazu. Los sábados y domingos los dedicaba a ayudar a su papá en la compra de café que tenía frente al Club Miraflores. En época de cosecha, cuando los campesinos llegaban con las mulas cargadas, vigilaba el ingreso de los bultos hasta el fondo del negocio y, después de pesarlos en la báscula, ayudaba a su hermano Odilio a vaciarlos en una pila inmensa. “Era como un entretenimiento. Aprovechábamos para jugar con los amigos de la cuadra, escondiéndonos detrás de los bultos o metiéndonos en la pila”, recuerda.

CALZADO EL TRIUNFO

Alberto Restrepo Hoyos es un hombre con visión comercial. Eso fue lo que lo llevó a comprarle a don Evelio Martínez, en momentos en que se encontraba casi caído, el Almacén Calzado Triunfo, un establecimiento comercial ahora posicionado en la ciudad por sus precios bajos. Él no tenía el dinero para adquirirlo, 150 mil pesos. Pero su papá, Jesús María Restrepo, que era un hombre con experiencia en los negocios, le dijo que se metiera en la línea de calzado. Entonces puso la plata para adquirirlo. Iniciaron como una sociedad donde él era el socio capitalista y Alberto el socio industrial. Pero dos años más tarde el papá le vendió el negocio para que siguiera solo.

La experiencia en el comercio de zapatos la adquirió como empleado de su hermano Ancizar, que tenía un almacén en la carrera 20 con calle 19. Le ayudaba en la época de vacaciones. El pago que entonces recibía era un vaso de leche. Pero cuando las ventas estaban buenas, el hermano le encimaba un pastel. “Fue una oportunidad para conocer de cerca el negocio”, dice. Luego agrega: “Ahí, trabajando con mi hermano, descubrí las posibilidades que tenía el negocio de calzado”. Por eso no dudó en proponerle a su papá que comprara el almacén de la carrera 22 que estaba en venta. No obstante que ya cuatro compradores le habían devuelto a don Evelio el negocio porque no daba resultado, Alberto Restrepo Hoyos se embarcó en esa aventura comercial con el convencimiento de que era capaz de sacarlo adelante.

Lo primero que se ideó fue una agresiva campaña publicitaria. Se puso en contacto con los medios de comunicación de la ciudad y, asesorado por vendedores de publicidad, pautó en los de mayor penetración. Sabía que la publicidad vende. Convencido de que era una inversión, diseñó ofertas especiales para quienes visitaran el almacén. Pronto se vieron los resultados. El negocio empezó a llenarse de compradores. Sobre todo porque ofrecía precios bajos en calzado de calidad. Tanto que un día don Evelio Martínez, a quien se lo había comprado, preocupado porque estaba vendiendo muy barato, le dijo: “Don Alberto, usted se va a quebrar. ¿Cómo hace para vender por debajo del costo?”.

UN HOMBRE POSITIVO

No es un comerciante de esos que se dejan influenciar por los malos presagios. Al contrario, a todo le infunde una mirada positiva. Para Alberto Restrepo Hoyos el éxito en los negocios depende de lo positivo que se sea. Dice, por ejemplo: “Uno llega a donde mira. Si mira arriba, llega arriba. Si mira abajo, llega abajo”. Tiene siempre una actitud positiva ante la vida. Y dice que el buen nombre de su almacén se debe a que siempre le ha apostado a mirar a Manizales como una ciudad de oportunidades. “Aquí también se compra barato”, señala. Y agrega: “En Manizales mucha gente no compra en la 19, pero sí lo hace en el Hueco de Medellín. Y los precios son iguales”.

Es un comerciante que cree en la ciudad. Por lo tanto, critica a quienes piensan que Manizales por ser ciudad terminal no tiene una buena proyección comercial. Con su visión optimista contagia a los demás. Sobre todo porque es propositivo. “Manizales es una buena plaza, donde se pueden hacer negocios”, responde cuando se le pregunta sobre la fuerza comercial que ha cogido Pereira. Tanto que a sus hijos Juan Camilo, de 19 años y Pablo, de 17, les infunde constantemente esa idea de que Manizales es una ciudad en la que se debe creer, donde se puede hacer empresa, donde hay oportunidades de progreso para todos. Lo mismo hace con su esposa, Fabiola Soto Velásquez.

Este hombre que nació en Aranzazu el 4 de marzo de 1953, que hoy tiene registrada la marca Calzado Triunfo, hizo su primer negocio cuando cursaba tercero de bachillerato. Cambió con un primo un reloj marca Lanco que le había regalado su papá, por uno marca Mundo. Creyó que había hecho un buen negocio. Pero cuando llegó a la casa, sus hermanos le dijeron: “Lo engañaron”. Entonces, triste, quiso deshacer el negocio. Pero su papá le advirtió: “No señor, uno debe ser serio en los negocios, así lo engañen”. Esta anécdota le sirve para recordar cómo cuando su papá vendió, en 450 mil pesos, la casa que tenía en Aranzazu, sus amigos le dijeron: “Don Jesús María, quítese del negocio, esa casa vale más”. Sin embargo, él contestó: “Jamás haré eso. Para mí la palabra vale más que una escritura”.

Alberto Restrepo Hoyos admira a dos personas: a su padre, porque sembró en sus hijos valores como la honestidad y el trabajo; y a Bill Gates, porque con la computadora ha ayudado a transformar el mundo. Sin embargo, reconoce que la tecnología no es su fuerte. En cambio, sí lo es la lectura de temas sobre motivación personal. Dice que en su casa recibió las primeras lecciones sobre cómo hacer negocios. Entonces cuenta esta anécdota: Un día su papá le dio a Odilio, su hermano mayor, una plata para que en la feria de ganado que se realiza el último miércoles de cada mes en Aranzazu comprara una vaca. Como todavía no sabía negociar, se la vendieron muy cara. El señor que se la vendió llegó después a la compra de café y le dijo: “Don Jesús, vengo a devolverle el dinero de más que le cobré a su hijo por la vaca. Yo no quiero engañarlo”. A lo que el papá contestó: “No señor, usted no debe devolverme nada. Ese negocio lo hizo mi hijo. Y si se dejó engañar, allá él. Así aprende a negociar”.

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